Muchas son las leyendas de los pueblos de Aragón, pero pocas tuvieron el
alcance de la leyenda de la campana de Velilla, que se dice tiene la propiedad
de tocar sola como presagio de mal augurio.
Previo a la construcción de la actual torre, en la ermita de San Nicolás de
Bari, había tres pilares al descubierto, y entre ellos dos campanas. La campana
situada a la derecha es la llamada la milagrosa, y la primera en tañir
por si misma, su compañera de la izquierda, llamada Águeda, demostró
tener esta misma cualidad a principios del siglo XVII. A este par se unió una
tercera campana, a la que se le dio el nombre de María Nicolasa, fundida
en el año 1655, y la cual también llegó a tañir sola en alguna ocasión.
La campana del milagro contaba con un diámetro de diez palmos, algo
hendida, por un lado, lo que le da un sonido quebrado, en sus lados de oriente
y poniente dos crucifijos, a cuyos lados hay dos imágenes, una de la Virgen y
otra de San Juan Evangelista. Hacia el Mediodía y al Septentrión, dos cruces. A
lo largo de su circuito aparece el verso de la Sybila Cuméa: “Christus
rex venit in pace, & Deus homo factus est”.
Se dice que la primera vez que se la vio fue en las aguas de los mares del
levante, ahí donde el río Ebro se une con el mar Mediterráneo. Los lugareños
que la vieron quedaron fascinados con el objeto que el agua les ofrecía, y de
eso modo la siguieron para tratar de alcanzarla, cuál fue su sorpresa cuando la
campana desapareció en las profundidades, como tratando de protegerse de
aquellos que querían hacerse con ella. No volvió a ser vista hasta que el
peligro de ser sacada de las aguas desapareció, y así emprendió un camino a
contracorriente, subiendo por el cauce del río, cada vez que alguien de las
poblaciones ribereñas trataba de hacerse con ella, se volvía a hundir. El
camino de la campana milagrosa terminó frente al territorio de Velilla de Ebro,
allí dos doncellas la sacaron del agua. Aquellos que fueron testigos del suceso
lo tomaron como un designio de Dios, y es por ello que fue colocada en el lugar
en el que hoy podemos verla, desde entonces se le rinde culto.
Esto es lo que nos cuenta la tradición, algunos autores, como Blasco de
Lanuza, se declinan por la teoría de que la campana fue fundida por los godos. También
se atribuye su creación al obispo de Nola, San Paulino, quien se creía inventó
las campanas, teoría que ya ha sido calificada como errónea. La última teoría
sobre su origen nos la aporta Juan Ortiz Salvatierra, quien en un discurso a
Felipe III indicó que había sido un regalo hecho a los Reyes Católicos, y que
fueron ellos quienes mandaron colocarla en la ermita. Otra teoría acerca de
esta campana es que entre los metales con los que fue fundida se encuentra una
de las treinta monedas por las que Judas traicionó a Cristo.
La mayoría de sus augurios han sido sobre el destino de clérigos, la propia
Iglesia, la monarquía o guerras. Entre otros destacan cuando los judíos dieron
muerte al primer Inquisidor de Aragón, el Maestro Pedro Darbués de Épila en el
año 1485. En el año 1492 predijo cuando Fernando el Católico fue herido por
Juan de Cañamás en Barcelona, también la muerte de varios monarcas, como Carlos
V, su mujer Doña Isabel, y sus hermanas Doña Leonor Reina de Francia y Doña
María Reina de Hungría. Avisó del levantamiento de los moriscos de Granada, y
de las revueltas en Flandes. En el año 1629 avisó de la hambruna que llegaría
al año siguiente. La última vez que esta campana toco sola fue en el año 1667,
su sonido duró hora y media, en otras ocasiones había llegado a durar hasta
tres días enteros.
Su compañera, Águeda, contaba con once palmos de diámetro, y una
altura de tres palmos y un dedo. En su parte superior tenía la inscripción “Christus
vivit, Christus regnat, Christus imperat, Christus ab omni malo nos defendat”
junto con la fecha de su fundición, 1459. Bajo esta inscripción contaba con un
relieve de un Ecce Homo y la cifra 38 en números latinos, cuyo significado se
desconoce. En su parte inferior aparecía cuatro veces la frase “Deum
laudamus” con representaciones de un Ecce Homo, imágenes de la pasión y una
imagen de la Virgen con su hijo en brazos. También aparecía una cruz sobre una
columna, al estilo de las de la Orden San Juan.
La primera vez que esta campana tocó por si sola fue en el año 1652, cuando
un vecino del pueblo acudió a las proximidades de la iglesia al oírla, allí
solo se encontraba un ermitaño. Al ver lo que estaba sucediendo regresó al
pueblo para avisar de tal hazaña. Muchos fueron los que se acercaron a las
proximidades de San Nicolás para ser testigos, pero esta paró, retomando la
actividad unas horas más tarde, y de nuevo 4 días después. Este aviso milagroso
se atribuye a la rebelión de Cataluña contra Castilla.
La tercera campana, María Nicolasa, tenía un tamaño similar a sus
compañeras, con diez palmos menos cuatro dedos de diámetro y tres palmos menos
tres dedos de altura. En su cuerpo había una cruz en forma de punta de
diamantes, de la que pendía una sierpecilla. Esta campana se fundió debido a
que la milagrosa se encontraba ya en muy mal estado, y se le puso la
lengua de esta. Esta campana tocó en el año 1663 prediciendo la invasión de
Hungría por los turcos, y en el año 1674 como presagio de las guerras que habría
en Europa un año después.
Muchas son las teorías que han tratado de dar raciocinio a esta leyenda,
tratando de explicar el por qué la campana llegaba a tocar sola, dicen que en
algunos de los momentos que esto sucedió había un aire huracanado, pero no esto
no da explicación a por qué cuando una de las campanas tocaba el resto
permanecían sin movimiento alguno. Otra de las teorías es que el campanero es
el mismísimo diablo.
Para finales del siglo XVII la milagrosa se encontraba en muy mal
estado por lo que se decidió refundirla. A este estado hay que añadirle que
algunos de los vecinos se llevaban un pedazo de la campana a modo de amuleto.
Tal era su estado que ya no podía tocarse, por lo que se tomó la decisión de
refundirla en el año 1841. La campana moderna no conserva todo el material de
su predecesora, como sobro bastante de este, se repartió entre los vecinos de
Velilla. En cuanto a sus compañeras, se desconoce su fin, únicamente se sabe
que fue anterior al de la campana milagrosa.
BILIOGRAFÍA
Nicolás, Andrés. Historia de la villa de Velilla de
Ebro. Zaragoza: Diputación de Zaragoza, 2008. Pp 63-91
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